En los años 50, un cachorro asilvestrado se pregunta por el verdadero propósito de la vida. Semanas después, es capturado por los perreros, llevado a la perrera y sometido a eutanasia.

El perro renace como Golden Retriever en 1961. Al salir de su jaula en una fábrica de cachorros, se lo llevan dos basureros que planean venderlo. Encerrado en su camioneta, comienza a morir de insolación, pero es rescatado por una madre bondadosa y su hijo de ocho años, Ethan Montgomery. Rompen la ventanilla del camión y lo llevan a casa, llamándolo Bailey. Bailey y Ethan estrechan rápidamente sus lazos, especialmente durante el verano en la granja de los abuelos de Ethan, y Bailey decide que sólo Ethan es su propósito. Pasan los años y, tras fracasar varios intentos de progresar en su trabajo, el padre de Ethan se ha vuelto alcohólico. En 1969, Ethan conoce a Hannah en una feria con Bailey, y pronto comienzan a salir. Pasan el verano juntos, felizmente hasta el último año. Planean ir a la misma universidad, Ethan con una beca de fútbol y Hannah con una académica. Una noche, el padre de Ethan, borracho, se pone abusivo con su madre y con él. Ethan le ordena que se vaya y no vuelva nunca más. Más tarde, en 1971, en un partido de fútbol visto por ojeadores, a Ethan le ofrecen una beca completa para Michigan State. Esa noche, su vengativo compañero de clase Todd lanza un petardo encendido a la casa de Ethan, provocando un incendio en la casa. Bailey alerta a Ethan, que salva a su madre por una ventana del piso superior. Ethan la baja y luego a Bailey. Sin embargo, pierde la cuerda y debe saltar, fracturándose la pierna y poniendo fin a su beca deportiva. Bailey ataca a Todd, que es detenido por la policía cuando se le caen los petardos del bolsillo. Ahora, Ethan debe ir a una escuela de agricultura, donde aprenderá a hacerse cargo de la granja. Deprimido, Ethan rompe con Hannah antes de irse a la universidad, mientras que Bailey se queda con los abuelos de Ethan. Bailey envejece y Ethan viene a despedirse.

Bailey renace como una cachorra de pastor alemán, convirtiéndose en una perra policía llamada Ellie, a finales de la década de 1970 y principios de la de 1980, pero conservando plenamente los recuerdos de sus vidas pasadas. Ellie se asocia con el solitario y viudo oficial Carlos Ruiz, del Departamento de Policía de Chicago, y se esfuerza por "buscar" y "encontrar", viendo ahora el trabajo como el propósito de su vida. Forman un estrecho vínculo, que termina después de que Ellie salve a una niña secuestrada de morir ahogada y luego reciba un disparo mortal del secuestrador mientras protege a Carlos.

Renacido a mediados de los 80 como un Corgi macho, Bailey es adoptado por la estudiante universitaria de Atlanta Maya, que lo llama Tino. Solitario, intenta encontrar su felicidad. Conoce a Al, un compañero de clase, después de que Tino se enamore del perro de Al, una Landseer hembra llamada Roxy. Se casan y tienen tres hijos. A Tino se le rompe el corazón cuando un día Roxy no vuelve del veterinario. Cuando Tino, ya anciano, muere, agradece a Maya haberle dado una de sus mejores vidas.

Bailey se reencarna de nuevo, esta vez como un cachorro mezcla de San Bernardo y Pastor Australiano en 2014[8]. Desgraciadamente, el marido de Wendi lo descuida, se niega a que lo tenga en casa y, tras varios años, lo abandona. Waffles busca una nueva vida y, poco a poco, regresa al lugar donde pasaba los veranos como Bailey. Se reencuentra alegremente con su antiguo amo, Ethan, que ahora tiene más de 60 años y se encuentra solo en la antigua granja de sus abuelos, ahora suya. Al no reconocerlo, Ethan lo lleva al refugio de animales local, pero más tarde lo reclama, llamándolo Buddy. Sintiendo que por fin ha encontrado su verdadero propósito, reúne a Ethan con una viuda Hannah, y se casan. Buddy le demuestra a Ethan que es su querido perro de la infancia, realizando trucos y respondiendo a frases que sólo conocían ellos dos muchos años atrás, como "perro jefe". Ethan encuentra el collar de Bailey, ahora viejo y oxidado, y lo coloca de nuevo en el cuello de Bailey, y vuelven a jugar exactamente como lo hacían hace tanto tiempo. Bailey narra que la vida consiste en divertirse, en salvar a los demás, en encontrar a alguien con quien estar, en no alterarse por el pasado o el futuro, y en vivir el presente.