Enola y Tewksbury corren a su casa para confrontar al perpetrador (quien asumen que es el tío de Tewksbury). Pero les espera un duro golpe; al acecho de ellos está el extraordinario asesino.

Enola y el asesino se enfrentan, mientras el Vizconde observa desde lejos. Enola se enfrenta con el asesino y lo deja inconsciente. Entonces, el verdadero perpetrador se revela - la abuela de Tewksbury - y tiene la intención de terminar el trabajo del asesino. Afortunadamente para él, Tewksbury escapa por la piel de sus dientes y la presencia de su mente. Al día siguiente, asiste a la votación de la Ley de Reforma y emite el voto decisivo; la Ley se aprueba. Él y Enola intercambian miradas de amor entre sí y se separan, prometiendo volver a verse.

Mientras tanto, Sherlock, con todas sus bravuconadas, llega a Scotland Yard, sólo para enterarse de que su hermana llegó primero, y desde entonces ha desaparecido. El renombrado detective y Mycroft intentan engañar a Enola para que se reúna con ellos, pero la incipiente sabuesa saca sus propios trucos y los deja perplejos con su paradero. Enola regresa a casa y se encuentra con una sorpresa esperándola: ni Sherlock ni Mycroft, sino su madre, en carne y hueso.

Eudoria confiesa su participación en el movimiento de sufragio femenino y revela que Enola le ganó en su propio objetivo: aprobar la Ley de Reforma. Madre e hija se regocijan en su reunión, pero no por mucho tiempo. Eudoria tiene que ocultar su identidad y pasar a la clandestinidad, dejando a Enola a su suerte. Enola entiende la compulsión de su madre y promete enviarle "lirios" - mensajes codificados - si es necesario. Después de que su madre se vaya, Enola afirma su poder y se aleja en bicicleta hacia la gloria.